Fuente.: El Aguijón.
ARTICULO DE OPINIÓN:
¿HACEN POLÍTICA LAS ASOCIACIONES DE VECINOS?
Las contradicciones surgidas en múltiples ocasiones entre los partidos políticos y
los vecinos que
defienden sus reivindicaciones a través de Asociaciones,
nos impulsa a salir al paso de una aseveración,
hecha a manera de acusación, que viene a decir: “los que estáis en las asociaciones vecinales también hacéis política”.
Si yo tuviera que contestar a esto de
forma que no dejara lugar a dudas, respondería: SÍ,
en las Asociaciones también se hace política. Pero esta afirmación requiere de muchas matizaciones.
Empecemos
por decir que para los clásicos griegos –principalmente Aristóteles- el
hombre es un animal político (zoon politikon), que encuentra su más
alta dimensión humana participando en la vida de la polis, o sea, de la
comunidad.
Para el filósofo griego la idea central es la subordinación
de la política a la ética. Y en la sociedad “política” es donde el
hombre tiene que alcanzar su perfección. En las sociedades modernas ya
no se vive esta idealización de la política, donde esta se ha convertido
en una técnica del poder, independizándose, y hasta poniéndose de
espaldas a la ética.
Ciñéndonos
al caso español, en nuestro país la mayoría de los ciudadanos no tienen
ningún interés en la participación política. Nuestros conciudadanos
están fuertemente despolitizados. Por el contrario, existen minorías
poderosamente ideologizadas, que con su sectarismo –del signo que sea-
contribuyen poderosamente a esa despolitización. Y cuando nos referimos a
la ideología, no aludimos a ella en el sentido puro de la defensa de
una idea política, o de una guía para la acción, sino en el sentido que
la usaba Marx: como una pantalla que sirve para ocultar la realidad, y
servir a unos intereses políticos particulares. A sí es como suelen
utilizar nuestros partidos políticos su ideología. El resultado ha sido
devastador para la sociedad civil, que ha huido no sólo de los partidos
políticos, sino de cualquier otra esfera social, que es difícil que no
haya sido también contaminada por los partidos.
En
España, los partidos, además de cumplir su función de representación
–sin la cual la democracia no sería posible- han sobredimensionado su
papel y han terminado por intentar ocupar todos los espacios de la
sociedad civil, llegando a ejercer el mayor control posible. Este
control, además de imponerse con un estilo que ha ido alejando a los
ciudadanos de los partidos de forma progresiva, ha derivado en
demasiadas ocasiones en casos de escandalosa corrupción. Se ha llegado a
la situación –la que estamos en este momento- en que la desconfianza en
los políticos es prácticamente total y el deterioro irreversible a
corto plazo.
En
los barrios de las grandes ciudades y en municipios más pequeños, los
ciudadanos que están fuera de los partidos y que viven con mayor
inquietud los problemas que les rodean, suelen elevar sus
reivindicaciones ante la administración municipal a través de las
Asociaciones de Vecinos, que son de hecho cauces de participación
política, como contempla y promueve el artículo 9.2 de nuestra
Constitución. Por lo tanto, desde las asociaciones vecinales se hace
legítimamente política.
Lo
que ocurre es que en las Asociaciones también están presentes los
partidos (sus militantes, en tanto que vecinos, tienen el mismo derecho
que los demás a estar en las asociaciones), y es difícil que superen la
tentación oligárquica de controlar todas las instituciones que tocan a
favor de sus intereses de poder. Este problema –porque es un problema
que afecta al funcionamiento normal de la democracia- está presente en
la política española desde la Transición. En sus primeros tiempos tenía
una explicación lógica, hasta que en las elecciones municipales de 1979
los partidos entraron en los Ayuntamientos.
Desde
entonces, cuando los partidos que forman parte de los equipos de
gobierno municipal tienen militantes propios en las asociaciones
vecinales, tienden –salvo excepciones- a frenar las reivindicaciones
espontáneas de los vecinos, si estos entran en confrontación con las
posturas oficiales de sus partidos en los gobiernos. El problema está en
la génesis de la formación y desarrollo de los partidos políticos a lo
largo de los 35 años de nuestra andadura democrática. Unos partidos que
no cumplen el artículo 6 de la Constitución porque no adoptan normas que
hagan posible la democracia interna, y que dejan en manos de sus
cúpulas la confección de las listas electorales para hacer descansar en
sus nominados los rasgos de obediencia por encima de los de capacidad y
mérito, no es de extrañar que tengan comportamientos acordes con su
dinámica interna en todas aquellas instituciones en las que hacen acto
de presencia para imponer su hegemonía.
Ningún
demócrata puede dudar que los partidos son la columna vertebral de la
democracia, pero en la España de hoy son también los principales
responsables de la crisis institucional –más que económica, con ser tan
grave- que nos asola. Y todos debemos saber que la medida más
insoslayable que tenemos que exigir los ciudadanos, si queremos salir de
esta situación, es una ley de partidos que cambie los hábitos que los
han degradado desde hace años y los han convertido en la institución más
desprestigiada a los ojos de los ciudadanos. Sin esta catarsis nada
puede cambiar, y la sociedad civil seguirá tan inerme como hasta ahora.
Finalizando
por el principio. No sólo desde las Asociaciones de Vecinos se debe
intervenir en política, sino que debe hacerse con mayor intensidad, para
lo cual es imprescindible que sea un mayor número de ciudadanos el que
crea en el asociacionismo y vea en su participación un vehículo para la
solución de sus problemas. También sería deseable que otros ciudadanos,
con mayor afán de compromiso, pasen a engrosar las filas de los
partidos. Pero es improbable que, mientras estos no cambien
radicalmente, los ciudadanos con auténtica vocación política entren en
las actuales formaciones para ponerse al servicio de políticos
profesionales que han hecho de la política un medio de vida y no una
dedicación temporal al servicio de los demás.
GERARDO HERNANDEZ LES