Siete meses aislados en Álora tras la caída de un puente
Los vecinos de El Puente y La Estación de
Álora deben andar por una carretera sin arcén para ir de una barriada a
otra después de que las lluvias de septiembre se llevaran el puente que
las unía.
El pasado 28 de septiembre la crecida del río Guadalhorce arrancó este puente de hierro de 1933.
Fuente.: La Opinión de Málaga
ROCÍO CAÑADA.
Hace ya casi siete meses que los vecinos de Álora, igual que los de
otros municipios de la margen del río Guadalhorce, sufrieron graves
inundaciones por las fuertes lluvias y la crecida del río. La fuerza del
agua no sólo dañó viviendas, comercios, y carreteras, sino que también
arrancó un puente de hierro, de 1933, que unía las barriadas de La
Estación y El Puente.
La imagen del puente desgajado pudo verse
en numerosos medios de comunicación, pero, la tragedia no quedó sólo en
esta imagen sino que sus vecinos sufren cada día la angustia de vivir
divididos. Y es que las características de estas barriadas, en las que
viven unas 3.000 personas, hacen «necesario con la mayor rapidez la
reconstrucción del puente».
En la barriada de El Puente se
encuentran la gran mayoría de los comercios, entre ellos, tiendas de
alimentación, farmacias, bares, e incluso, el colegio Guadalhorce. Allí,
residen más de un millar de personas que conviven a diario con
familiares, amigos y vecinos que residen en la barriada de La Estación,
donde como su propio nombre indica, se encuentra la estación de
ferrocarril de la línea Córdoba- Málaga.
Por allí, pasan a diario
más de una veintena de trenes, entre la línea C-2 de Cercanías y los
trenes de media distancia que hacen su viaje hasta Ronda y Sevilla. De
esta forma, cada 40 minutos, como mínimo, que es el tiempo de frecuencia
en los trenes de cercanías; los vecinos de una parte de la barriada de
La Estación quedan completamente aislados al quedar cerrado el paso a
nivel por un lado y haber cedido el puente por el otro.
Francisco
Sánchez, uno de los vecinos afectados, cuenta que antes de que el
puente fuera arrasado por el agua «se usaba a diario para el paso de una
barriada a otra, ahora, hay que dar la vuelta por la carretera». Esta
carretera es la A-343R, un vial sin arcén que va de una barriada a otra y
que ahora deben usar a diario muchos vecinos que no tienen vehículo.
«Llevamos
siete meses jugándonos la vida» asegura Miguel Aranda, para quien «es
urgente que se arregle el puente». Según cuenta, su esposa fue a hacer
unas compras a la barriada de El Puente, y al volver, entre el intenso
calor y el «miedo» por los coches que pasan tan cerca, llegó a casa
exhausta: «menos mal que la esperaba en la puerta a que llegara porque
se desmayó y tuvimos que llevarla a urgencias», explica Miguel.
Del
mismo modo, muchas familias que residen en La Estación tienen que
llevar al colegio Guadalhorce a los niños. Neli Francisca se encuentra
en esta situación. Al carecer de coche propio, debe llevar a diario a
sus pequeños al colegio pasando por la carretera, mientras antes lo
hacía por el puente. «Es muy peligroso pero no nos queda otra», cuenta
Neli, quien reclama «una solución ya».
En este sentido, Ana
Vázquez, de La Estación, cuenta que tras ser operada de una rodilla su
única forma de ir a la barriada vecina era cruzando el puente: «antes
hacía mis recados y daba un paseo que me hacía falta para poder tener
movilidad en la pierna, ahora desde que el puente cedió no he podido ir
ni a la farmacia, mis vecinas y mi hija me hacen los recados; así me
encuentro como en una cárcel».
Ricardo Huertas tiene un pequeño
taller de escayola en La Estación y tiene la misma sensación: «vivimos
aislados»; desde la caída el puente, la vida se ha hecho más difícil
para los vecinos de esta zona. «El día a día es una odisea para todos
los que vivimos aquí, sin el puente hay que jugarse la vida», asegura.
Este
peligro se agrava por la noche ya que muchos perotes utilizan la
carretera para volver a casa tras el trabajo, o después de hacer
recados, y por supuesto, para montar en el tren. «Cuando vas conduciendo
no ves a la gente andando te los encuentras sin más, y más de un
volantazo hemos tenido que dar», señala Antonio Beiguveder.
Y es
que los usuarios del tren también ponen el grito en el cielo. «Tenemos
que hacer más de un kilómetro andando para poder coger el tren», explica
Salvador Gómez, de El Puente, quien pide que al menos se amplie el
arcén de la carretera para poder transitar hasta que se le da una
solución al puente.
Muchos negocios sufren este aislamiento. El
ejemplo más grave es el de la empresa Hermanos Ramos Álora, de
fertilizantes y materiales para la agricultura, que además de tener más
de 200.000 euros en pérdidas en las inundaciones, ha perdido entre un 15
y un 20 por ciento de la clientela. «Muchos clientes mayores que venían
dando un paseo ya no vienen», explica Sonia Ramos, una de las dueñas,
para quien es «un peligro» que muchos vecinos circulen por la carretera,
pero «no les queda otra».
Hay un vial que Adif construyó
paralelo a la vía del tren que iba unido al puente de hierro arrasado
por la corriente de agua, para eliminar los pasos a nivel, pero el vial
continúa cerrado. Del mismo modo, un paso subterráneo que se construyó
para evitar que los transeúntes pasaran por las vías, también está
cerrado.
La Junta hará un paso peatonal como medida provisional
A
mediados de febrero, el alcalde de Álora, José Sánchez, y el portavoz
del grupo municipal de IULV-CA, Juan Moreno, se reunieron con el
delegado Fomento y Vivienda, Manuel García Peláez. En esta reunión se
trató el arreglo del puente de hierro y se solicitó, según explicó el
alcalde, la posibilidad de realizar un paso por el arcén de la carretera
para que los peatones no corran peligro.
Un informe de la
Delegación de Fomento recoge destaca que el puente será retirado del
cauce del río, pero sin fecha concreta. Y se creará un paseo peatonal de
un metro de anchura, paralelo a la A-343R. Para garantizar la seguridad
de los peatones se va a colocar una barandilla que impida que los
peatones caigan por el terraplén. Además, en el tramo del puente se va a
colocar una malla para evitar posibles caídas al río, como medida
provisional.